Sunday, October 11, 2009

Nuestra Señora de la Soledad

Emotiva celebración por el centenario de la
coronación pontificia de Nuestra Señora de la Soledad

(publicado en el Periódico Catedral de la diócesis de Tehuantepec, Oaxaca)

Oaxaca se vistió de fiesta para celebrar a su Madre celeste, Santa María de la Soledad, en un día histórico, 18 de enero de 2009, en que se cumplieron cien años de la coronación pontificia de la Reina y Patrona de los oaxaqueños.

Acompañada por una gran cantidad de fieles, la queridísima imagen de Nuestra Señora salió a las 14 horas en procesión desde la Basílica de la Soledad - ubicada al oriente del centro histórico- hasta el Auditorio Guelaguetza –en el Cerro del Fortín que vigila la ciudad- , donde otra multitud ya esperaba su llegada. Gracias a las nuevas tecnologías, la basílica y el auditorio permanecieron en comunicación durante el día. Así, con pantallas gigantes se pudo observar lo que sucedía en el auditorio desde la Plaza de la Danza.

Oaxaca se vistió de fiesta para celebrar a su Madre celeste, Santa María de la Soledad. La gente peregrinó con ella rumbo al banquete eucarístico, arriba en el cerro que vigila la ciudad. Misa histórica, recordó el Arzobispo de Antequera, por los cien años de la coronación de la Reina de Oaxaca.


A las cuatro en punto inició la misa solemne –una misa histórica, como destacó el Arzobispo de Antequera- ante un auditorio lleno, colmado de júbilo y devoción. Toda la sociedad del estado de Oaxaca estaba representada de algún modo: asistieron más de 25,000 personas, de todas las edades, regiones, etnias y condiciones sociales; participaron diferentes clubes, colegios de profesionistas, servidores públicos de diversos niveles de gobierno, miembros de los movimientos eclesiales y órdenes religiosas; párrocos, diáconos, obispos y hasta un delegado papal.

Antes de la misa, se leyó el mensaje y la bendición del Papa Benedicto XVI. La misa fue presidida por el arzobispo José Luis Chávez Botello, quien estaba acompañado por cerca de una veintena de concelebrantes. La primera lectura fue proclamada por Yolanda Vicente, una mujer de Yalálag que se presentó ataviada con el traje típico de su lugar de origen, para representar tanto a las mujeres como a los pueblos indígenas de Oaxaca. Sin duda, uno de los momentos más conmovedores fue cuando Porfirio Moreno –invidente, minusválido y artrítico- de la parroquia de San Bartolo Coyotepec, leyó la segunda lectura con sus dedos gracias al sistema Braille.

Después se ofrecieron a la Virgen diferentes presentes: personas humildes entregaron tortillas, pan, artesanías de barro negro y otros materiales. También se entregaron las llaves de Oaxaca, una bella aureola o resplandor decorado con motivos prehispánicos y los bastones de mando de las autoridades de Santo Domingo Teojomulco y San Lorenzo Texmelucan (pueblos que recién han superado una histórica y ancestral enemistad).

Los pueblos indígenas de nuevo se hicieron presentes en el momento de las peticiones, que fueron enunciadas en español, mixteco, chatino, chinanteco, mazateco, mixe, triqui y amuzgo. Durante toda la celebración participó la Banda de Música del Estado acompañada de coros, así como de las voces entusiastas de los fieles congregados.

El auditorio Guelaguetza estaba repleto, la gente entusiasta resistía el rigor del sol, entre colores y dorados resplandores se alzaba la belleza del día, dominaba la gracia del Santo Espíritu desde el cerro colmado de fe, llenos de esperanza los cantos subían vigorosamente a los Cielos: era el coro de todo un pueblo clamando a Dios.

Apenas fueron suficientes los 150 ministros de la Eucaristía, que junto con el arzobispo y los concelebrantes repartieron el Pan de Vida entre los asistentes. Al finalizar el banquete eucarístico, en honor de la madre de los oaxaqueños comenzó la Guelaguetza, que entre el hermoso colorido y las danzas tradicionales, deleitó a todos los presentes. Cerca de las 20 horas, salió la procesión de regreso a la casa de Nuestra Señora de la Soledad: su imagen fue escoltada por cientos de sacerdotes, seminaristas, religiosas y una considerable cantidad de laicos. El histórico día culminó con un festín irrepetible de fuegos artificiales y música alegre en la Plaza de la Danza: todo para mayor gloria de Dios y para veneración de su Madre Santísima.

Santa María de La Soledad

Sunday, October 04, 2009

De carne y hueso

Homo sum: nihil humani a me alienum puto, dijo el cómico latino. Y yo diría más bien, nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Porque el adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.

Porque hay otra cosa, que llaman también hombre, y es el sujeto de no pocas divagaciones más o menos científicas. Y es el
bípedo implume de la leyenda, el zoon logikon de Aristóteles, el contratante social de Rousseau, el homo oeconomicus de los manchesterianos, el homo sapiens de Linneo o, si se quiere, el mamífero vertical. Un hombre que no es de aquí o de allí ni de esta época o de la otra, que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre.

El nuestro es otro, el de carne y hueso; yo, tú, lector mío; aquel otro de más allá, cuantos pensamos sobre la Tierra.

Y este hombre concreto, de carne y hueso, es el sujeto y el supremo objeto a la vez de toda filosofía, quiéranlo o no ciertos sedicentes filósofos.

En las más de las historias de la filosofía que conozco se nos presenta a los sistemas como originándose los unos de los otros, y sus autores, los filósofos, apenas aparecen sino como meros pretextos. La íntima biografía de los filósofos, de los hombres que filosofaron, ocupa un lugar secundario. Y es ella, sin embargo, esa íntima biografía la que más cosas nos explica.
Cúmplenos decir, ante todo, que la filosofía se acuesta más a la poesía que no a la ciencia. Cuantos sistemas filosóficos se han fraguado como suprema concinación de los resultados finales de las ciencias particulares, en un período cualquiera, han tenido mucha menos consistencia y menos vida que aquellos otros que representaban el anhelo integral del espíritu de su autor.

Y es que las ciencias, importándonos tanto y siendo indispensables para nuestra vida y nuestro pensamiento, nos son, en cierto sentido, más extrañas que la filosofía. Cumplen un fin más objetivo, es decir, más fuera de nosotros. Son, en el fondo, cosa de economía. Un nuevo descubrimiento científico, de los que llamamos teóricos, es como un descubrimiento mecánico; el de la máquina de vapor, el teléfono, el fonógrafo, el aeroplano, una cosa que sirve para algo. Así, el teléfono puede servirnos para comunicarnos a distancia con la mujer amada. ¿Pero esta para qué nos sirve? Toma uno el tranvía eléctrico para ir a oír una ópera; y se pregunta: ¿cuál es, en este caso, más útil, el tranvía o la ópera?

La filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero resulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concepción, es causa de ella. Nuestra filosofía, esto es, nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y esta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal vez.

No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen filosófico o patológico quizá, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas.

El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.

Miguel de Unamuno