Otra vez con toda su enigmática fuerza, desde muy dentro, en estas horas adornadas con el ritmo propio del agua -que desde el cielo se entrega sobre la tierra-, el perdón ha roto las cadenas que nos aprisionaban. Día feliz, somos libres, vemos a plenitud la luz del día: así ha triunfado el perdón sobre las sombras con todo y sus necios artificios.
Y por eso no se termina la historia. Y reverdecen las montañas.
Gracias al Señor, bendito sea, este día sacro ha sido un día feliz.