Sunday, November 29, 2009

Cuando los niños recitaron un poema

Del poeta Salvador Díaz Mirón, Rimas.

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión

Contento y sorprendido, inevitablemente esbozo una franca sonrisa al ver a estos pequeños -de nueve o diez años- mientras recitan estos versos. Sus ademanes son uniformes por una organización netamente orgánica, valga la redundancia, más que por el adiestramiento de la profesora. Su rostro es serio y grave: entre su ingenua alegría impera la solemnidad. El verso del poeta veracruzano es para ellos un misterioso arcano, merece su respeto y diligente estudio. Y hacen bien: por eso escuchar el poema con sus vocecitas es simplemente sublime. Extasiado, tan sólo observo y escuchó su declamación.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores...
¡Las flores son los versos
que el prado canta al sol!

El acuerdo de sus voces de niños se vive tan aromático y edénico como el campo florido que evocan. Como para sentir envidia de Díaz Mirón: en su poema tan sencillo de algún modo vislumbro toda la inmortal trascendencia de los poetas.

La noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.

Entonces la mirada
se eleva hacia los astros...
¡Los astros son los versos
que el cielo canta a Dios!


Con la beata calma de quien atiende un rezo, bebo la miel de su poesía, contemplo, descifro, pienso en la inconmensurable grandeza de Dios. Sólo un ensayo de niños recitando a coro un poema de Díaz Mirón y es para mí algo cercano a un rapto divino, ambrosía de eternidad, discreta poesía rebozando de una íntima caridad.

¡Que pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del Cedrón;

que caiga de la nube
la gota de rocío;
que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!

1 comment:

quique ruiz said...

Tan muy buenos los versos.