Sunday, February 03, 2008

Reflexiones sobre Lord of the Flies

II

(los náufragos)


Detengámonos ahora en los diferentes personajes. Ya he dicho que la película comienza con la imagen de un hombre rescatado por un niño, sin duda que este personaje moribundo juega un papel crucial, aun sin hacer nada. Su papel es más bien representativo, y hasta simbólico: el militar es el último adulto que queda, y está gravemente enfermo, muriéndose. El hombre adulto encarna no sólo la madurez, también la conciencia moral, el orden cósmico y civil –armonía del hogar de origen-, la ley, la razón, la vigilia, los valores y principios; el superyó -añadiría Freud. De pronto, este hombre desaparece: una tormenta anuncia el movimiento fatal en el destino de la trama. Es interesante observar, que el mismo hombre ya desaparecido es quien se vuelve para los niños el monstruo de la cueva: “el señor de las moscas”. ¿Es pues, el adulto, la luz de la razón que se ha perdido, dejando sólo las tinieblas de la inconsciencia?

Sin el militar adulto y con la llegada del monstruo, los niños quedan abandonados a su inmadura condición. La precaria organización civil alcanzada, se destruye. Y siguen, como niños que son, planteándose los problemas desde su raíz, desde los principios; el adulto ya ha acumulado suficiente conocimiento y experiencia como para solucionar problemas sin un planteamiento radical, en su memoria lleva un bagaje de estrategias que puede emplear en diferentes casos.

Ralph es el protagonista de la historia de Golding. Encarna al líder natural, auténtico, realista e inteligente. Su autoridad proviene de su mismo compromiso con su grupo. Invita a recrear el orden aprendido en el lugar de origen (orden de los padres, la moral, la cultura) como mejor medio para sobrellevar la situación del naufragio. Intenta, aunque con poco éxito, establecer un estado de legalidad (con normas y sanciones). Promueve el trabajo, el esfuerzo, la disciplina, la repartición de las tareas, la persecución de fines. Ralph es un líder que mantiene –y se mantiene en- la esperanza, por eso insiste en conservar el fuego encendido, lo cual requería establecer y cumplir reglas. Si Ralph mandaba, lo hacía pensando en lo mejor para todos. Además, alienta a sus compañeros a no desesperar. Y busca el bien común con prudencia: no sólo teniendo en cuenta lo inmediato sino lo que conviene en el conjunto de la existencia.

Jack es otro personaje importante. Es un líder sociopático, irracional, agresivo, busca sustituir la razón por la fuerza, sólo conoce la “ley de la selva”. Podría decirse que es hedonista e imprudente. Conquista a los demás ofreciendo el placer inmediato de la carne cazada, la falta de reglas y de ‘represiones´’ (en el sentido freudiano del término), la tiranía del impulso, que se consolida después como el gobierno del miedo. Su fuerza no proviene de la esperanza, como Ralph, sino de un terrorismo psicológico a partir del mito del “monstruo”. La imagen del monstruo es, a todas luces, absurda e inasible, con todo, los niños temerosos asumen el mito y se niegan a escuchar la voz de la cordura y la esperanza. Rechazan a Ralph y a Piggie.

“Piggie” (o “Porky” en la versión original) el niño gordito, también destaca a lo largo del relato. La vida de este personaje se vincula a la existencia de la caracola: él la descubre; se destruye cuando él muere. La caracola cobra una especial significación, deviene símbolo en el sentido más certero del término, pues reúne y llama, su sonido evoca y anticipa el diálogo de la asamblea: la "blanca y mágica" caracola es imagen de la palabra. Piggie tiene, entonces, un papel de comunicador. Es la voz de la conciencia del grupo. Parece ser el más inteligente, o al menos, el más letrado. Su misión está ligada al decir.

Simon, el niño que descubre el agua potable, que explora sin miedo la isla entera, estaba dotado del valor suficiente como para ir hasta dentro de la cueva, enfrentar la fuente de los miedos de sus compañeros y así, descubrir la verdad: no hay tal monstruo, tan sólo era el hombre moribundo, que desfallecía en el interior de la cueva. Simon, el niño brillante y sensible, que contempla con serenidad la naturaleza y sus bellas mudanzas, que domestica a la iguana, que se fascina con los seres vivos, es también, la primera víctima de los hunters …y de su sin-sentido.

Roger es un personaje que no destaca mucho en la película de Hook, pero juega un papel -en las páginas del libro de Golding- que bien vale la pena examinar.

“Roger se inclinó, cogió una piedra, apuntó y la tiró a Henry, con decidida intención de errar. La piedra, recuerdo de un tiempo inverosímil, botó a unos cuatro metros a la derecha de Henry y cayó en el agua. Roger reunió un puñado de piedras y empezó a arrojarlas. Pero respetó un espacio, alrededor de Henry, de unos cinco metros de diámetro. Dentro de aquel círculo, de manera invisible pero con firme fuerza, regía el tabú de su antigua existencia. Alrededor del niño en cuclillas aleteaba la protección de los padres y el colegio, de la policía y la ley. El brazo de Roger estaba condicionado por una civilización que no sabía nada de él y estaba en ruinas.“

Golding narra la vivencia íntima de Roger que, condicionado por la civilización, no se atreve a –ni siquiera concibe cómo sería posible- destruir el orden cultural donde se ha moldeado como ser humano. Pero obedece los valores desde afuera, motivado sólo extrínsecamente, por eso su voluntad mudará con los vientos. Al grado tal, que es el mismo Roger quien mata a Piggie, en el siguiente contexto:

“Jack había retrocedido hasta reunirse con la tribu y constituían una masa compacta, amenazadora, con sus lanzas erizadas. Empezaba a atraerles la idea de atacar; se prepararon, decididos a llevarlo a cabo y despejar así el istmo. Ralph se encontraba frente a ellos, ligeramente desviado a un lado y con la lanza preparada. Junto a él estaba Porky, siempre en sus manos el talismán, la frágil y refulgente belleza de la caracola. La tormenta de ruido les alcanzó como un conjuro de odio. Roger, en lo alto, apoyó todo su peso sobre la palanca, con delirante abandono.”

Sí, es importante el contexto, es cierto que no justifica –pero sí atenúa- este crimen, que no se explica sin la previa formación de “una masa compacta y amenazadora” en una situación de naufragio. Así se da el fenómeno de socialización de la culpa y su concomitante espejismo donde parece disolverse el peso moral. Según Le Bon, en su pionero -aunque decimonónico- estudio sobre la psicología de las masas: “por el sólo hecho de formar parte de una multitud desciende, pues, el hombre varios escalones en la escala de la civilización”. Freud corrige, utilizando el concepto de sugestión usado antes por el mismo Le Bon: “Pero, bajo la influencia de la sugestión, las masas son también capaces del desinterés y el sacrificio por un ideal”. Aunque Freud sí acepta comparar el “alma colectiva” de la masa con el alma de los primitivos. Por cierto, el grupo de Jack da muestras de diferentes formas primitivas: pintarse la cara, ritualismos, danzas repetitivas y narcotizantes, etc.

—Esto es lo que quiero deciros, que os estáis comportando como una pandilla de críos.

Volvieron a abuchearle y a guardar silencio cuando Porky alzó la blanca y mágica caracola.

—¿Qué es mejor, ser una panda de negros pintarrajeados como vosotros o tener sentido común como Ralph?


La masa, pasional e impulsiva, encendió más su furor al escuchar las palabras firmes de Piggie. Sus palabras aún mantenían la solidez y la cordura del orden racional. Pero los hunters de Jack no soportaron verse reflejados en semejante espejo de conciencia.



Se alzó un gran clamor entre los salvajes. De nuevo gritó Porky:
—¿Qué es mejor, tener reglas y estar todos de acuerdo o cazar y matar?

De nuevo el clamor y de nuevo: «¡Zup!». Ralph trató de hacerse oír entre el alboroto.
—¿Qué es mejor, la ley y el rescate o cazar y destrozarlo todo?

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