Monday, February 04, 2008

Reflexiones sobre Lord of the Flies

III

(el señor de las moscas)



En nuestro naufragio, también nos topamos con el monstruo del miedo que habita en la cueva oscura de nuestra isla: el baal de las moscas. Como los niños de la historia de Golding, nos enfrentamos al mal, que aparece ajeno y alienante, destructor y absurdo, pero tentador y seductor. Sí, como el canto de las sirenas o como el encanto de los placeres prohibidos. Así también, el poder de ciertos líderes sociopáticos como Jack, que llegan a prosperar en el mundo ofreciendo la manzana de la fraudulenta satisfacción inmediata. Si el mal no tuviera ningún atractivo, no habría problema moral en esta tierra: elegiríamos siempre el mejor bien. Pero esta tensión existente ha de templar la voluntad hacia el bien último.

Con todo su magnetismo, el mal no puede impedir que nos demos cuenta que sólo lleva a la muerte y a la destrucción. Eso nos enseña claramente la historia, que nos cuenta de cómo terribles tiranos han logrado someter a las multitudes para su propio aniquilamiento. De ahí la “optimista” visión de Cioran:

“Desde hace siglos, el apetito de poder se ha dispersado en múltiples tiranías pequeñas y grandes que han hecho estragos aquí y allá, y parecería que ha llegado el momento en que el apetito de poder deba por fin concentrarse para culminar en una sola tiranía, expresión de esta sed que ha devorado y devora el globo, término de todos nuestros sueños de poder, coronación de todas nuestras esperas y de nuestras aberraciones. El rebaño humano disperso será reunido bajo el cuidado de un pastor despiadado, especie de monstruo planetario ante el cual las naciones se postrarán en un estupor cercano al éxtasis”. (Cioran en “Historia y Utopía”)

Una pesadilla similar nos cuenta Orwell en “1984”. No sé ni que decir al respecto. Así que dejo a Cioran continuar su discurso, ahora sobre el pasado siglo XX:

“Si se la juzga a través de los tiranos que ha producido, nuestra época será todo lo que se quiera salvo mediocre. Para encontrar tiranos similares habría que remontarse al Imperio romano o a las invasiones mongólicas. Más que a Stalin, es a Hitler a quien corresponde el mérito de haber impuesto la tónica del siglo. Es importante, no tanto por sí mismo, como por lo que anuncia, esbozo de nuestro futuro, heraldo de un sombrío acontecimiento y de una histeria cósmica, precursor de ese déspota a escala continental que logrará la unificación del mundo gracias a la ciencia, destinada, no a liberarnos, sino a esclavizarnos. ”

Que sirvan estas amargas líneas del escritor rumano para pensar sobre la debilidad de nuestra condición humana (y no para encender milenarismos). El libro de Golding ha logrado plasmar en un relato, una profunda reflexión sobre la oscura raíz que yace tras las diferentes tiranías: el mal. Al mismo tiempo, la trama de Golding nos obliga a reflexionar sobre la ética y la moral, nos enfrenta al compromiso con nuestra vida humana.

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